¿CUÁNDO Y CUÁNTO ES SUFICIENTE?

“Si tenemos nuestro propio porqué en la vida, podemos soportar casi cualquier cómo”
– Nietzsche, El ocaso de los ídolos
Hay un abismo entre saber lo que debes hacer y hacerlo, pero aún mucho más complejo es saber cuándo y cuanto es suficiente frente a ello. No solo requiere de mucho carácter, sino de un singular entendimiento o conciencia frente al riesgo y la energía suficiente para que, llegado el caso, se pueda actuar aún a pesar de.
Todos tenemos un propósito superior que como dice la frase con la que abro estas líneas, tiene la capacidad de permitirnos soportar casi cualquier situación que debamos enfrentar. Encontrarlo no es sencillo, y tampoco hay formula mágica para ello, básicamente se trata de aprender a escucharnos a nosotros mismos y de entrar en un ejercicio de prueba y error donde podamos aprender de las experiencias y curtirnos con ellas, sin generar un escudo que nos aleje de la realidad, sino que por el contrario, nos permita que todo lo que no sume, resbale lo más rápido posible y que fluya sin que nos influya de manera desmedida.
Hay dos aspectos que influyen y determinan el poder encontrar y realizar dicho propósito: espacio y tiempo.
En ese proceso de insistir, resistir y persistir, ya sea para tratar de encontrar ese propósito, o para afrontar las actividades y circunstancias que nos permiten actuar encaminados a dicho propósito y convertirlo en realidad, es importante que actuemos y que nuestras acciones sean coherentes con la búsqueda y/o consecución de tal propósito, que materialicemos todo lo que pensamos y sentimos logrando traducirlo en acciones; en otras palabras, hacer y hacer hasta aprender, ya sea a hacerlo mejor, o de otra forma, o que aprendamos aquello que definitivamente NO debemos hacer, pero todo está en el hacer, y esto es a lo que me refiero cuando menciono el espacio, porque es clave que se pueda materializar.
Por otro lado esta el tiempo, porque si bien nada surge de inmediato y todo tiene un proceso que se debe vivir y respetar, no podemos quedarnos inertes esperando que las cosas pasen, o simplemente filosofando y viendo la vida pasar mientras que nos quedamos congelados sin hacer nada, ya sea por exceso de miedo o por falta de carácter. De nada sirve el conocimiento si no se aplica a tiempo, de nada sirve una acción si no se realiza de manera oportuna.
Y allí, cuando se mezclan las dos cosas, las acciones que debemos realizar y el tiempo oportuno para hacerlas -entendiendo que todo debe tener un proceso-, en donde surge una de las más desafiantes dificultades que debemos resolver: ¿cuánto más debo dar de mi por lograrlo?, ¿cuánto más debo esperar? Y ¿Cuándo debo detenerme o decir basta?
Sería más sencillo puntualizar con un ejemplo de la vida, pero eso llevaría a pensar que pierde validez en los demás aspectos cuando es un cuestionamiento que aplica de manera válida en todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida. Y sin duda alguna cada quien construye su balance a su medida y ritmo, y todos son absolutamente válidos porque es para cada uno de nosotros para quien debe funcionar, al menos en principio.
El cuanto damos no debería estar asociado a cuanto esperamos recibir, aunque implícitamente siempre exista esta doble vía, estos lazos comunicantes, por lo cual, cuando damos, es importante tratar de dar lo mejor de nosotros, tal como nos gustaría recibirlo; y cuando recibimos, ser conscientes y mostrar gratitud frente a ello, valorarlo y apreciarlo, y por supuesto, retribuirlo de manera justa cuando esta a nuestro alcance, igual que en la otra vía, como nos gustaría a nosotros recibirlo.
Si esto sucede, y hay un vaso comunicante que funciona de manera transparente, justa, fluida y eficiente entre el dar y recibir, recibir y dar, el tiempo pasa a ser una variable que no resulta del todo sustancial, ya que permite que el foco este por completo en el hacer y todo lo demás resulte circunstancial.
Pero cuando algo de lo anterior se rompe, siempre surgirá el tiempo como protagonista con una sencilla pregunta: ¿hasta cuándo? Hasta cuando dar, esperar, resistir, buscar, insistir, soportar… porque al final, acciones puedes ejecutar mientras tengas vida, pero vida tendrás cada vez menos, siempre, y eso es una constante.
Y sí, puede que como decía Nietzsche (de nuevo en El ocaso de los ídolos) “lo que no te mata, te hace más fuerte”, pero vale la pena entonces preguntarse: ¿de qué te sirve ser más fuerte si no eres mejor valorado?, y no es que tu valor dependa de la opinión de los demás, por supuesto que depende de ti y de tu forma de actuar. Sin embargo, cuando o donde no eres valorado, difícilmente podrás desarrollar tu máximo potencial, y a través de el, cumplir tu propósito mayor, porque no importa cuan buenas sean tus semillas ni que tan puras sean tus intenciones, si no hay tierra fértil, no podrás sembrar y menos cosechar.
Así que da lo mejor de ti, respeta el proceso y evoluciona con el, pero nunca temas a cambiar, porque cuando las circunstancias lo hagan necesario, porque solo será suficiente, hasta que lo puedas lograr y una vez sea una anécdota, vuelvas a iniciar el ciclo con un nuevo propósito o con el mismo que se ha transformado a través del tiempo y el espacio.