RAZONES PARA ESCRIBIR

Por: Zalman Ben-Chaim
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Hace ya mucho tiempo, tuve oportunidad de tomar una clase titulada “el origen de la escritura” en donde, visto desde el psicoanálisis, se trataba de entender las razones que dan pie para que escribamos, y si bien las respuestas a eso pueden ser tan variadas como mentes activas existan, hoy quiero compartir mis razones -o algunas de ellas- para hacerlo; y no porque sean las correctas, claramente no para todos lo serán, sino como una invitación a decir lo que sentimos, de la manera en la que mejor nos venga a cada uno, porque eso que sentimos y no decimos, termina por volverse un tanto turbio en nuestro interior.
Creo que, en el principio de los tiempos -de mis tiempos-, aunque sentía una atracción por escribir, no lo hacía por temor a pensar en la reacción de quien pudiese llegar a leerlo, si sería de su agrado o si tan solo se tomaría el tiempo de leerlo; lo agudo y ácido de sus críticas, las posibles y seguras fallas que pudiese tener de forma y fondo… y todo surgía porque pensaba demasiado desde el ego, queriendo escribir para ser leído y visto. Pero el tiempo, en sus maneras muy particulares de hacer las cosas, me terminaría mostrando las cosas desde otro punto de vista.
Un punto de vista que me invitaba a observar atentamente, y aprender de lo que me rodeaba, que me invitaba a tratar de unir ideas con emociones a través de palabras, y ese siempre creo será el reto cuando te enfrentas a la página en blanco, porque una conexión precisa de ello te permitirá hacer que la conexión salte del papel o la pantalla y logre ir más allá; pero a la vez es un reto que se vuelve mucho más intenso cuando en medio de un mar de ideas, las palabras se tornan esquivas y gracias a múltiples distracciones se vuelven difusas. En ese punto viene bien tratar de pensar en cual es el fondo, para poder luego encontrar la forma.
Y en mi caso (caos) particular, creo que escribo para escuchar y escuchando aquello que las emociones tienen para decir: desde el desagrado o molestia más profunda que no puede por ninguna razón quedarse únicamente en la crítica y debe lograr transformarse en acción o por lo menos en opciones y propuestas, hasta las cosas que nos hacen sentir extremadamente bien con tan solo pensar en ellas.
Como cuando observas con atención aquella mirada que sin querer decirlo todo, te hace desear ver el mundo a través de sus ojos; o como cuando necesitas encontrar las palabras justas para esas personas que han llenado de tanta luz su vida y la tuya, que ya su pelo se ha vuelto blanco y aunque muchas veces te repitan las mismas historias, no te cansas de escucharlas ya que, cuando toman tu mano, hacen que el mundo se desaparezca y no importe nada más que ese momento, porque en el fondo, sabes desde ya que será eterno.
Y ahora que lo pienso, tal vez también lo hago para ganarle al tiempo, en parte porque cada vez que leo puedo transportarme a otro momento, pero además, porque cuando alguien más lea mis líneas, dejarán de ser mías pasando a ser del lector quien a su vez, me esta otorgando un pedacito de su tiempo, de su vida al leerlas, lo cual agradezco y valoro profundamente. Todos, sin excepción tenemos una historia que contar, algo que podemos decir, comunicar compartir y dar, mucho por expresar, así como lejos de la casualidad, tenemos momentos, situaciones y personas con quienes nos logramos conectar tan claramente que podemos llegar incluso a quedarnos sin palabras o simplemente observar y sonreír tratando de hacer que el momento dure un poquito más. Todo eso y más pueden ser razones para escribir, para hablar y con eso darle un matiz que exalte cada uno de nuestros días, de forma que cuando lleguemos a los 120, logremos tener muchas historias por contar, y aún en ese momento, sintamos que siempre quedará algo más por hablar…