¿QUIEN MANDA A QUIEN?


Lo más habitual es que se nos presenten los conflictos a través de una dualidad: bueno o malo, blanco o negro, razón o corazón, etc… pero muchas veces hay otra gama de factores que pueden incidir en la manera en la que se desarrollan esos conflictos haciéndolos parecer como algo casi imposible de superar o al menos lo bastante tortuoso como para amargarnos la vida al menos un ratico.
Algunos de los factores que inciden para habitualmente empeorar las cosas son el miedo, el orgullo y el ego. El miedo suele tratar de paralizar y sembrar dudas, ya sea para que no se den los pasos necesarios para avanzar, o para que se retroceda sobre lo andado; El orgullo busca atacar, porque encuentra en esto una manera de protegerse de los que cree serán ataques de otros, sin importar el daño que pueda causar; Por su lado el ego, busca imponer, ciego ante la lógica y la razón, se mueve impulsado por el capricho que le significa obtener siempre lo que desea para sentirse importante, aunque sea un poquito, y al igual que en el caso del orgullo, no mide consecuencias de sus actos frente a los demás.
Y aunque estos impulsos puedan ser naturales, nuestra labor (si lo que queremos es tratar de vivir cada vez mejor, claro está) es no permitir que se conviertan en habituales, y pensar realmente quien manda a quien, si nosotros sobre estos impulsos, o ellos sobre nosotros determinando así nuestros actos y por consiguiente nuestra personalidad.
Obviamente todos querríamos decir que nosotros podemos gobernar a nuestro antojo sobre esos impulsos, pero eso sería algo tan vacío como el borrachito que repite siempre que sabe cuando parar de tomar (estando ya ebrio), si no entrenamos nuestro carácter y criterio diariamente a fin de poder evaluarnos y conocernos un poco más.
Y una buena manera de poder entrenarnos diariamente para no permitir que ese tipo de impulsos nos dominen, es poder entender que esos impulsos no son nuestro enemigo sino nuestro maestro.
Cuando nos prohiben algo, nos sentimos más atraídos hacia eso que ahora nos resulta prohibido (si necesitas un ejemplo, piensa en una dieta y el antojo que te da todo aquello que no deberías comer y que antes tal vez ignorabas), y esa es la manera en la que el miedo quisiera actuar en nuestras vidas, tratando de hacernos dudar de nuestra fuerza y capacidad para que nos obsesionemos en demostrar lo contrario, claro se le va la mano, pero esa es una de sus más valiosas lecciones. El orgullo seguramente lo que pretende enseñarnos es a ser pacientes, y a que nos aceptemos tal y como somos, porque es allí en donde radica la verdadera fuerza, no en la que se aparenta. Y por último, el ego, entre muchas de sus lecciones, quiere mostrarnos que todos, absolutamente todos, somos importantes, relevantes y únicos, y que hay espacio para todos, pero sobre todo que la verdadera grandeza no consiste en tratar de minimizar al otro sino por el contrario en apoyarlo para que crezca y exaltar sus cualidades.
Se que en medio de una discusión, es prácticamente “imposible” detenerse a analizar quien manda a quien en tu interior, sin embargo, justo en este momento en donde esa discusión no esta pasando, puedes darte un minuto para pensar en ello y entender que cuando le das un rol diferente a estos impulsos, sueltas tensión y ganas control sobre tus emociones y reacciones, que es el que realmente importa.